jueves, 17 de diciembre de 2009

Pizarra almendra

¿Cuánto tiempo? Dale, decime, ¿cuánto? Una eternidad: te doy.
Estaba pensando en los viajes y dije ‘¿qué?’; ‘¿por qué? Si siempre he de volver y [ -Oh ella, siempre conmigo, con sus tetas aplastadas contra mis espalda y su cabello pinchando mi nuca, ella que lloraba y peinaba sus muñecas, que usaba polleras y de la playa disfrutaba. Ella, la torta. Me encantaría saber que al volver del viaje ella estaría aquí esperándome, para que pueda yo luego escucharla hablar, fumar un par de cigarros, coger, y volver a fumar. Pero ella es tan hija de re mil puta que se esconde cada vez que la busco, se corre cada vez que la toco y se queda callada cada vez que la miro. Y llora, mi hermosa puta. Llora y dice que me ama. Entonces ¿por qué no la veo? Dice que necesita ser amada, que los pájaros vuelen, que la palabra nunca calle y que sus juguetes paren de aullar su nombre. ¿Y yo para qué? La amo pero ella muere –] encontrarme sola.

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