Que en vueltas los pasos van dando y danzan a la horca.
Tanto que se, poco que importa.
Requisitos para el verdadero científico: ‘cálculo e imaginación’
Verdad del verdadero escritor: Él no escribe por escribir.
Inventario para esta caída: dos retazos de vaca ya descuartizada y con sabor a nada (‘Eine Brühe mit Pfeffer gab es dort’, sal y maldito poco ají molido. Es que ya me los comí y no tuve miedo al sacarles la grasa.) También tengo el agrado de comentar que me acompaña un güisqui del peor y veinte cigarros y medio para dos ceniceros. Todo para mi.
La canción de los viernes va por dos. El tren casi me vuela la boina. El cuchillo no corta. La panza duele. No me agradan las ediciones exageradas de los textos (¡Oh! A veces peco). Los payasos de la noche danzan, repito la palabra, danzan, tres veces dije lo mismo. Se llama redundancia Hermana, se llama olvido Señor, a quién se le pide perdón (‘Oh Lord, how have I offended thee?’). A los trece años crei que se podía morir de sobredosis de Alplax (el organismo traiciona). Las flores son muchas, el cielo se vuela con estrellas colgando, un cuarteto de cuerdas que ni me toca. Y siempre tengo a alguien que me halague, admiro la capacidad del hombre de resurgir del polvo madre y lanzar palabras. Que danzan. ¡Las palabras no alcanzan, tarada! ¡Pero danzan! Él es hábil, ¡y qué hábil Jesús! (Fütter mein Ego!’)
¿Soy solo yo quien ve la necesidad de ponerse en exhibición en medios que deshumanizan y desinhiben de las personas de la modernidad actual? Nadie se aterra. ¿Solo yo? Malditos medios masivos y gente vacía. Que me cojo, que rozo y comparto vida. Maldita sea yo entonces.
Viva Armenia.

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